domingo, 9 de marzo de 2008

A una mujer / La mujer caída

A UNA MUJER

¡Niña!, si yo fuera rey daría mi reino,

mi trono, mi cetro y mi pueblo arrodillado,

mi corona de oro, mis piscinas de pórfido,

y mis flotas, para las que no bastaría el mar,

por una mirada tuya.

Si yo fuera Dios, la tierra y las olas,

los ángeles, los demonios sujetos a mi ley.

Y el profundo caos de profunda entraña,

la eternidad, el espacio, los cielos, los mundos

¡daría por un beso tuyo!

LA MUJER CAÍDA

¡Nunca insultéis a la mujer caída!

Nadie sabe qué peso la agobió,

ni cuántas luchas soportó en la vida,

¡hasta que al fin cayó!

¿Quién no ha visto mujeres sin aliento

asirse con afán a la virtud,

y resistir del vicio el duro viento

con serena actitud?

Gota de agua pendiente de una rama

que el viento agita y hace estremecer;

¡perla que el cáliz de la flor derrama,

y que es lodo al caer!

Pero aún puede la gota peregrina

su perdida pureza recobrar,

y resurgir del polvo, cristalina,

y ante la luz brillar.

Dejad amar a la mujer caída,

dejad al polvo su vital calor,

porque todo recobra nueva vida

con la luz y el amor.

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